Estamos viviendo en una sociedad donde lo concreto prevalece sobre lo velado,
lo inmediato le gana a los procesos que requieren un desarrollo y un
despliegue.
La violencia física impacta, tiene la marca de lo brutal, de lo salvaje; lo concreto está ahí para ser mostrado, para
ser denunciado.
Víctima y victimario pares complementarios y aparentemente
antitéticos, aparecen unidos en una danza
siniestra, a veces unidos hasta la muerte de alguno de ellos.
Cara o cruz, cualquiera
puede ser el que llegue a su fin.
Para haber un agresor debe haber del otro lado una
aceptación callada o a voces.
La mayoría de las veces es de manera callada, solapada, que
da el permiso implícito para que la violencia se desencadene.
Complicidades
secretas, pactos inconscientes, el escenario está preparado. La escena se repite: golpes y arrepentimientos, promesas del nunca más que nunca llegan y vuelta al
círculo infinito de complicidades nunca dichas.
Claro está que hablo de dos personas en igualdad de
condiciones.
Muy diferente cuando el agredido es un menor indefenso que
calla porque no tiene las herramientas necesarias para defenderse.
La violencia física deja marcas, el cuerpo habla de ellas.
Muy diferente es la violencia emocional. Aquí estamos frente
a lo muchas veces velado, a un proceso
lento de socavamiento de la personalidad.
Cuando un bebé nace todavía no hay un aparato psíquico capaz
de decodificar el sentido de las palabras.
El bebé es un ser sensorial, recibe sensaciones de placer y de displacer. La piel de su mamá, el tono de su voz, van dejando huellas imborrables.
El bebé es un ser sensorial, recibe sensaciones de placer y de displacer. La piel de su mamá, el tono de su voz, van dejando huellas imborrables.
Más adelante las palabras van cobrando sentido, van
delineando nuestro aparato psíquico, la palabra junto a las sensaciones nos
construyen y nos constituyen.
¿Qué ocurre cuando las palabras
están cargadas de violencia, de malos tratos?
Aquí la violencia no deja huellas visibles, no hay marcas en el cuerpo. Silenciosamente van horadando la personalidad y las marcas quedan registradas en el interior, construyendo un ser maltratado y frágil.
Aquí la violencia no deja huellas visibles, no hay marcas en el cuerpo. Silenciosamente van horadando la personalidad y las marcas quedan registradas en el interior, construyendo un ser maltratado y frágil.
Probablemente en la adultez
presente síntomas importantes y gran dificultad en las relaciones
interpersonales.
Quizás repita este patrón de relación, sometiéndose a relaciones violentas o siendo él mismo el que ejerce la violencia sobre el otro.
Quizás repita este patrón de relación, sometiéndose a relaciones violentas o siendo él mismo el que ejerce la violencia sobre el otro.
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