viernes, 20 de abril de 2012

Violencia verbal, violencia emocional



Estamos viviendo en una sociedad  donde lo concreto prevalece sobre lo velado, lo inmediato le gana a los procesos que requieren un desarrollo y un despliegue.
La violencia física impacta, tiene la marca de lo brutal, de lo salvaje; lo concreto está ahí para ser mostrado, para ser denunciado.
Víctima y victimario pares complementarios y aparentemente antitéticos, aparecen unidos en una danza siniestra, a veces unidos hasta la muerte de alguno de ellos.
Cara o cruz, cualquiera puede ser el que llegue a su fin.
Para haber un agresor debe haber del otro lado una aceptación callada o a voces.
La mayoría de las veces es de manera callada, solapada, que da el permiso implícito para que la violencia se desencadene.
Complicidades secretas, pactos inconscientes, el escenario está preparado. La escena se repite: golpes y arrepentimientos, promesas del nunca más que nunca llegan y vuelta al círculo infinito de complicidades nunca dichas.
Claro está que hablo de dos personas en igualdad de condiciones.
Muy diferente cuando el agredido es un menor indefenso que calla porque no tiene las herramientas necesarias para defenderse.
La violencia física deja marcas, el cuerpo habla de ellas.
Muy diferente es la violencia emocional. Aquí estamos frente a lo muchas veces velado, a un proceso lento de socavamiento de la personalidad.
Cuando un bebé nace todavía no hay un aparato psíquico capaz de decodificar el sentido de las palabras. 
El bebé es un ser sensorial, recibe sensaciones de placer y de displacer. La piel de su mamá, el tono de su voz, van dejando huellas imborrables.
Más adelante las palabras van cobrando sentido, van delineando nuestro aparato psíquico, la palabra junto a las sensaciones nos construyen y nos constituyen.
¿Qué ocurre cuando las palabras están cargadas de violencia, de malos tratos?
 Aquí la violencia no deja huellas visibles, no hay marcas en el cuerpo. Silenciosamente van horadando la personalidad y las marcas quedan registradas en el interior, construyendo un ser maltratado y frágil.
Probablemente en la adultez presente síntomas importantes y gran dificultad en las relaciones interpersonales. 
Quizás repita este patrón de relación, sometiéndose a relaciones violentas o siendo él mismo el que ejerce la violencia sobre el otro.

Sueño cumplido: la maternidad despues de los 40



Historias de madres que decidieron quedar embarazadas sin la necesidad de tener un hombre al lado. Características de estas mujeres. Cómo contarle la situación a los hijos.

Son mujeres de entre 35 y 42 años que durante muchos años priorizaron su profesión y su trabajo, logrando un sólido desarrollo intelectual y económico. En general, no tienen pareja y muchas poseen un poder adquisitivo medio-alto. Sin embargo, detrás de todos esos logros materiales aparece un profundo deseo de ser madres antes que su reloj biológico se detenga. Y en muchos casos, ese anhelo no viene acompañado por la necesidad de tener un compañero para criar a ese hijo y formar una familia tradicional no aparece en el horizonte de sus expectativas.
Muchas de ellas no han establecido un vínculo estable porque precisamente le dedicaron mucho tiempo a su profesión. Algunas tienen una ideología que les permite imaginar una maternidad sin padre. Y otras, quizás buscaron el embarazo junto a su pareja y por alguna razón (muerte, abandono, divorcio) ese vínculo se interrumpió. A esta edad, entonces, eligen esta maternidad monoparental.
Por lo general, casi todas las mujeres desde niñas fantasean con la posibilidad de ser madres y ese deseo se trasluce en sus juegos. Un hijo siempre viene a completar algo y ocupará un espacio tanto físico como psíquico y de alguna manera ayuda a apaciguar la soledad.
La decisión de ser madre soltera es personal, íntima, particular y única de cada mujer teniendo en cuenta su deseo de maternidad. Son mujeres que se han valido por sí mismas para obtener lo que con mucho esfuerzo han logrado, que probablemente han estado muy solas en estos trayectos de su vida y en muchos casos pensar en compartir con sus parejas no es vivenciado como una potenciación de sí mismas sino por el contrario como una pérdida de sus libertades y de sus logros.
“He escuchado a mujeres que dicen que tal hombre les gusta para que sea padre de sus hijos, pero a lo mejor no les agrada su estilo de vida o su profesión. Lo quieren sólo como “reproductores”, pero no como compañeros de vida. Al quedar embarazadas se alejan. Cuando hay un acuerdo, y el hombre acepta ser sólo un semental, se explicita el deseo de que ese futuro hijo sea sólo criado por la madre. Estos hombres podrían reclamar su paternidad, pidiendo la realización del análisis de ADN, pero no suele ser lo habitual”, explica Diana Resnicoff, psicóloga y sexóloga clínica.
Cambios de mandatos sociales
Tiempo atrás hubiera sido impensado para la sociedad aceptar que una mujer criara sola a su hijo. Sin embargo, hoy en día algunos mandatos se flexibilizaron, la vida se extendió, la competitividad laboral creció, la mujer desempeña cargos jerárquicos y eso hace que retrasen las maternidad y se animen a soñar con otras formas que les permitan cumplir con sus deseos de ser madres.
Los métodos por los cuales una mujer logra voluntariamente convertirse en madre soltera son variados, ya sea que recurran a la adopción, o mediante un tratamiento de inseminación artificial, gracias a un donante anónimo y a los bancos de esperma.
“Son mujeres que no quieren engañar a un hombre para cumplir su deseo de ser madres y que prefieren el banco de semen porque allí se descartan enfermedades de transmisión sexual y además evitan contraer riesgo al tener relaciones sexuales con acompañantes ocasionales. El anonimato del donante garantiza que no haya reclamo de paternidad, esto de alguna manera libera de futuros conflictos en cuanto al hijo, tenencia, salidas del país, temas de educación”, explica la licenciada en Psicología Eliana Vasconcelo.
Desde que era adolescente, Mariela (44) siempre supo que le gustaría ser madre. Como tuvo varias parejas pero con ninguna de ellas logró tener una relación a futuro, hace tres años juntó todos sus ahorros y se sometió a una fecundación in vitro con el semen de un donante anónimo. “Me hubiera gustado tener un hijo con un hombre que amara. Pero no todo me salió como quería, aunque hoy soy feliz con mis mellizas”, dice.
Cecilia (39) es contadora y conforma el directorio de una empresa familiar. En el 2009 quedó viuda y consultó con una psicóloga porque sentía que siendo tan joven ya no tenía proyectos.
“Tenía mucha soledad, tristeza y desazón. Después de hacer el duelo, la terapia me hizo reflotar el deseo de ser madre y sentí que no debía esperar mucho más tiempo aunque al principio tuve miedo sobre cómo sería criar sola a mi hijo”, confiesa Cecilia, embarazada de siete meses tras haber recurrido a un banco de espermas.
Qué pasa con los chicos
“Todas coinciden en que es muy importante poder transmitirle, cuando el niño así lo requiera, la verdad de su historia y origen, ya que todo esto hará de la identidad del niño”, sostiene la psicóloga Rosina Duarte, Coordinadora del Primer Programa Argentino de Formación en Primera Infancia y Crianza.
“Es importante también desarrollar qué sienten ellas con respecto a este hijo más que con el padre, y aquí es donde la cosa se pone complicada: los hijos son un logro, el último galardón, son en muchos casos más que un hijo una posesión”, plantea la licenciada en psicología Viviana Sánchez Negrette. “Yo administro, cómo, dónde, cuando, tu historia, a quien tendrás acceso y a quién no lo tendrás. Son en muchos casos hijos sin derecho a conocer de dónde vienen, su historia queda recortada porque su madre no quiere darle acceso a ella”, grafica.
Por lo general, las mujeres que tuvieron un hijo y conocen a su padre no mantienen ninguna relación con ellos precisamente por su decisión de formar una familia monoparental. Pero para Resnicoff, por más que la mujer esté sola debería darle lugar a otros hombres (tíos, abuelos, educadores) para que puedan colmar las carencias afectivas y ser modelos en el desarrollo de la identificación sexual de los hijos. “Aprender los roles asignados a su sexo dependerá de la capacidad infantil para imitar a los adultos de su entorno”, sostiene.
“Si definitivamente no hay padre, la mamá sabe desde el inicio que se deberá hacer cargo sola de su hijo. La protección, la educación, el mantenimiento, el cobijo corren por su cuenta. El amor es el elemento fundamental para el desarrollo de cualquier ser humano. Si esto está presente hay un gran trecho allanado, la claridad en las respuestas alivian y dan seguridad, la mama tendrá que estar preparada para dar respuestas claras y asertivas, sin dualidades ni misterios”, puntualiza Vasconcelo.
En todos los casos, a las personas que deciden tener un hijo solas se les recomienda que vivan esta situación plenamente, sin culpas y principalmente que puedan disfrutar de haber cumplido con sus sueños de ser madres.
El futuro de estos chicos no es predecible, cada caso es particular y único.
El niño hasta aproximadamente los dos años comprenderá y tomará contacto con el mundo a través de su mamá. Si es el caso de una mujer que recurrió a un donante anonimo y su hijo en algún momento va a preguntar acerca de su origen, ella tendrá que responder sin ambivalencias y la explicación será acorde al momento evolutivo del niño.
PUBLICADA EN REVISTA SUSANA #41
periodista. Alejandro Gorenstein

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